Santiago Sebastián López (Villarquemado 1931- Valencia 1995) es sin duda el investigador que ha prestado mayor atención al arte turolense. Entre sus numerosas publicaciones al respecto vamos a detenernos en la visión que del arte contemporáneo turolense refleja en su libro Teruel y su expresión artística, concretamente en el apartado que denominó “Nuestros valores en el siglo XX”, el cual comienza así:
“Más que en el campo arquitectónico el legado ha sido notable desde el punto de vista escultórico y pictórico, y no por obra de pintores venidos de fuera, sino por los valores indígenas que proyectaron su obra con amplitud internacional.”
Para él, “Esta trascendencia de nuestros valores se remonta a la segunda mitad del siglo XIX” con Ricardo Arredondo (Cella) y Juan José Garate (Albalate) como referencias esenciales.
Afirma también que “No se puede hablar de una escuela propia, ya que nuestros artistas se formaron en distintos focos, insertándose en las grandes corrientes de la plástica contemporánea.”
Distingue una primera generación en la que sitúa a Eleuterio Blasco Ferrer (Foz Calanda, 1907) y al Pablo Serrano (Crivillén, 1908) “dos figuras de gran prestigio, y sus obras están en las principales colecciones y museos de Europa y América.”. De los que sintetiza en unas líneas una escueta caracterización.
En la segunda generación, artistas de postguerra, sitúa a Salvador Victoria, José Gonzalvo, los hermanos Agustín y Fermín Alegre, Luis Aguilar Górriz, Adolfo Lahoza Dieste, Francisco Pérez Monleón, Elvira Bayo, Luis Gómez, Jesús Unquera, y cierra con un etc. Entre estos Agustín Alegre, José Gonzalvo y Salvador Victoria merecen un breve comentario personalizado.
También menciona al artista zaragozano (sic) Alejandro Cañada por sus cuadros monumentales para la iglesia de Burbáguena y dentro de la arquitectura eclesiástica el templo de San León Magno del arquitecto diocesano Galán y la iglesia de San Vicente Paúl, del arquitecto Carlos Soler, ambas en Teruel.
Cierra este pequeño repaso del arte turolense del siglo XX afirmando que “Dado el carácter breve de este ensayo no he pretendido ni ha sido posible agotar el tema. Por primera vez en un estudio sobre Teruel se trata del arte más reciente, ojalá que con el estímulo de superar estas líneas se realicen estudios monográficos que revaloricen la aportación de Teruel al arte moderno. Sin duda, conociendo el arte turolense de nuestros días, comprenderemos mejor el arte de los tiempos pasados.”
Resulta curiosa esta última justificación: el conocimiento de arte turolense actual como medio para comprender el arte anterior. La temática de las obras que ilustran el texto muestra la querencia de Santiago Sebastián por lo tradicional incluso en el arte contemporáneo. Así encontramos el tema de los ancestros en el cuadro ‘La abuela’ de Juan José Garate; la inspiración en las fuentes literarias en ‘El último suspiro del Quijote’ de Eusebio Blasco Ferrer (figura 1)y en el monumento a ‘Galdós’ en Las Palmas de Gran Canaria de Pablo Serrano(figura 2); la tradición religiosa en el monumento ‘Tambor de Alcañiz’ de José Gonzalvo (figura 3), la folklórica en ‘El Baturro’ de Eusebio Blasco Ferrer de nuevo, y en el monumento a la jota en Albalate del Arzobispo de Orensanz (figura 4), y por último un cuadro de Salvador Victoria alejado de estas cuestiones o no tanto con su “honda poesía”.
El libro incluye un apartado de “Testimonios y Documentos”, con una selección de textos. Esto era algo habitual en los sesenta y setenta en colecciones como Artistas Españoles Contemporáneos del Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, en la que tras una introducción el grueso del pequeño libro consistía en una compilación de textos a través de los cuales se pretendía dar una visión más o menos poliédrica de cada artista. El intertexto como vía de conocimiento en un tiempo sin la facilidades de internet. Santiago Sebastián incluyó un texto de José Camón Aznar sobre Pablo Serrano y otro de Antonio Lorenzo sobre Salvador Victoria.
Santiago Sebastián López, Teruel y su expresión artística, CAZAR, Zaragoza, 1972.
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