Killing G de Gonzalo Tena en la Escuela de Arte de Teruel, hasta el 17 de diciembre.
El punto de partida de Killing G se halla en la colectiva Encajados, una exposición alternativa que puso en contacto a artistas turolenses y zaragozanos. En esa muestra Gonzalo Tena presentó un personal ready made: una voluminosa y pesada caja, rescatada no sin esfuerzo en lo más profundo de un desván, y cuyas tapas apenas se podían cerrar dejando entrever unas polvorientas toallas. Esa caja contenía la obra realizada por el pintor en torno a Gertudre Stein entre 2007 y 2008. De lo que ocultaba-mostraba ‘Redimeid (Prontohecho)’, titulo dado a la caja convertida en obra de arte, solo fueron verdaderamente conscientes quienes transportaron la caja.
A primera vista en Killing G Gonzalo Tena plantea un ejercicio de iconoclasia radical, pues tras el rescate del desván de las obras decidió intervenir sobre ellas, aplicando gruesas capas de acrílico sobre la imágenes anteriores, ocultando el pastel original, las palabras entresacadas de los textos de Gertudre Stein e, incluso, su propia firma. Cuando comentó entre su círculo más próximo en lo que estaba trabajando reaccionaron como auténticos iconódulos, adoradores de la obra del pintor turolense, con extrañeza y algo de tristeza ante la destrucción de una serie importante en la trayectoria del artista, parecía que el propio autor en un ejercicio de travesura y desapego estaba emulando a los niños malos del arte británico, los hermanos Dinos y Jake Chapman, cuando pintaron caras de payasos sobre grabados originales de Goya.
En realidad nada hay mas alejado del pueril y mediático gamberrismo de los Chapman que el último trabajo de Gonzalo Tena. En Killing G, el pintor parece matar a su adorada Gertudris (más de uno a interpretado que la G hacia referencia al propio Gonzalo y no a la escritora norteamericana) tras mas de catorce años de fecunda relación artística y la entierra bajo una pintura grumosa y densa, de colores chillones, oro y plata. Este aparente ejercicio de autodestrucción, de harakiri artístico le permite desentrañar y sacar a la luz las tripas de un principio clave en su pensamiento pictórico: La pintura como proceso dialéctico de conocimiento, que ya no ofrece objetos terminados (cuadros) sino estados, etapas de un pasaje, de un proceso. Un concepto de la pintura formulado por el pintor en los años setenta dentro del grupo de Trama, y al que ha permanecido fiel durante toda su trayectoria.
En Killing G, Gonzalo retoma el sendero partiendo de su obra anterior y continuando un proceso creativo como constante work in progress, sin un final previamente establecido ni buscado. Para ello recurre, acorde a sus últimas pesquisas, a una formulación cabalística y alquímica. El propio artista ha señalado que en la cábala tapar una palabra supone romper su sentido, dejarlo velado, escondido. Pero a la vez lo que se oculta reverbera, permanece tras su desaparición. La densidad de la superficie pictórica no es sino fruto de la fuerza interior de lo que cubre, que como el magma de un volcán presiona por emerger deformando hasta casi romper las capas superficiales, transformando la esencia de los materiales con los que entra en contacto. El magma que metamorfosea la superficie no es otro que la propia Gertrude Stein, rediviva por que tachar muchas veces se convierte en otra manera de subrayar.
Publicado con el título "El crimen: parte del proceso", en Artes&Letras, nº 448, p. 6-7, Heraldo de Aragón, 13 de diciembre de 2013.
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