lunes, 9 de septiembre de 2013

Las vivencias decantadas de Quinita Fogué

Recurepamos el articulo,“Las vivencias decantadas de Quinita Fogué”, publicado en Grama. Revista de la Asociación Cultural "Vanyon" de Bañon (Teruel) nº 8, agosto 2012, pp. 41-43:


La exposición Sin posos, que se pudo ver recientemente en la Cámara de Comercio e Industria de Teruel, gestionada por la Fundación Teruel Siglo XXI, nos ha dado pie para considerar por escrito algunas de la cuestiones en torno a las que gira la obra de la pintora Quinita Fogué. 


Volver a los orígenes
Con Sin posos, Quinita Fogué ha presentado por primera vez su obra en la ciudad de Teruel en una muestra individual, aunque no es la primera vez que expone en la provincia que la vio nacer, pues ya en 2003 mostró en el Museo de Albarracín su obra englobada bajo el nombre Tierra entre los pies. En aquella ocasión, buena parte de las obras recogían la personal visión del paisaje de su tierra, aquel que vio en su niñez, aquel ligado a ese territorio al que siempre se vuelve que es la infancia.
En el catálogo se podía leer: “En esta serie de obras realizadas en 1998, se ve la impronta dejada por el cromatismo de la geografía turolense. Pardos-rojizos que retuercen la pasta de las texturas pictóricas hasta conformar unos páramos de árida belleza. Es el reencuentro con un territorio interiorizado en otros lugares, en localizaciones lejanas trabadas de viajes, que sin embargo han reavivado su semejanza al pensar en tiempos pasados y que tras muchos episodios experimentados, la llamada atávica de la tierra ha sido atendida.” ( Desirèe Orús, “La transfiguración del rostro de la naturaleza”, en Quinita Fogué. Tierra entre los pies, Museo de Albarracín, 2003, p. 9)
El reencuentro con su localidad natal, tras la reconstrucción de su casa familiar le permitió rastrear entre los recuerdos de sus primeras vivencias en Bañón, en las que descubrió las bases de algunos estilemas presentes en sus obras: el azul infinito, las ventanas, que se abren a la posibilidad de ensoñación. La critica de arte, Desirèe Orús lo recogía así: “El azul intenso del cielo de una ventana del último piso familiar, es el primer recuerdo de la autora. Sus vivencias infantiles están asociadas a las población turolense de Bañón, donde transcurrieron sus correrías escolares junto a la era, los campos paternos que se extendían detrás de la casa. Una niña que dejaba volar su imaginación a través de ese trozo de cielo que se colaba por la ventana de su habitación. Un color, azul, que la acompañará siempre en su percepción sensorial. Abría la hoja del ventanuco y durante horas soñaba con otros paraísos, paisajes, viajes, ciudades, que ilusoriamente sobrevolaba como un pájaro curioso. Intuía los pardos rojizos de los campos y la luz de las fachadas. Buscaba desenvolverse en un dédalo de calles bullentes de actividad que años después sintetizará en unos iconos que a su temprana edad sólo podía representar con imágenes recortadas.” ( Desirèe Orús, “De la pintura”, en Fogué. De la pintura… en el tiempo…, Ayuntamiento de Zaragoza, 2002, p. 9)
En estas imágenes recortadas de su infancia sin duda se encuentran los orígenes de su obra, y de la técnica del collage, presente en algunos de sus trabajos a los que no duda en incorporar desde fragmentos de fotografías, radiografías, trozos de periódicos, cuerdas... 



Un poso diferenciado
La pintura de Quinita es un reflejo de sus vivencias. Es la experiencia de lo vivido, el cúmulo de lo aprendido, las sensaciones acumuladas a través de sus sentidos, recogidos por su siempre inquieta mirada en su niñez, en sus viajes, en definitiva, en este constante ir y venir que es nuestra existencia. Son estas vivencias la que “otorgan un poso diferenciado a la hora de plasmar una idea” (2003, p. 17).
A propósito de Posos, su anterior exposición que se pudo ver en el Palacio Montemuzo de Zaragoza, en 2009, la artista declaraba: “Se trata de una obra de mucha investigación, muy creativa, porque refleja lo que he visto y lo que querría haber visto, y en la que predominan los colores muy vivos, muy vitales. También pueden verse los elementos más característicos de mi obra: las figuras, las puertas y ventanas y los círculos, metáfora de todo lo que nos rodea, como la Tierra, el Sol, o la Luna.” (Diario de Teruel, 23 de diciembre de 2009, p. 40), y también afirma que “ha titulado la muestra Posos porque “es como si hubiera almacenado durante mucho tiempo muchas cosas y ahora las hubiera sacado al aire y las hubiera ofrecido al espectador”.
Como muy bien señalaba Josefina Victoria Ribes Ruiz en esta misma revista: “el titulo de Posos es muy elocuente, nos lleva, además de la experiencia de vida y arte, a lo que queda de algo que ha sido utilizado y que aún puede seguir siéndolo, que, por ser un residuo, no debe despreciarse ni abandonarse en la basura, puede dar origen a algo nuevo y bello a la vez, llegar, incluso, a ser sublime.” (“Una visión de Posos. Exposición de Quinita Fogué”, Grama nº 6, agosto 2010, p. 36)

Sin posos
En Teruel ha presentado Sin posos, una cuidada selección de piezas de la serie “Posos”, en la que la artista ha decantado con un estricto criterio los cuadros más sobresalientes, junto a obras inéditas.

 

En el camino
Una de las piezas más temprana de esta exposición es el cuadro ‘Ante la vida’, en la que una serie de figuras apoyadas en sus cayados avanzan en fila, por un árido paisaje de tonos amarillentos, en un paisaje en el que con densas pinceladas y potentes calidades matéricas se confunden cielo y tierra, solo un desfile de negras figuras inmersas en su peregrinaje con la tierra entre los pies los separa y delimita.
 

Marruecos
No podía faltar en esta exposición la presencia de Marruecos, país por el que la pintora ha sentido verdadera fascinación, y donde expuso en 2003. Tres pinturas verticales, a modo de banderolas recogen temas norteafricanos, en ellas aparecen dos mujeres de rostro cubierto sobre fondo azul y un anciano con tasbih o rosario musulmán. El fondo es un buen ejemplo de cómo los objetos en las obras de Quinita se ordenan dentro una perspectiva, tan personal como simbólica. La idealización y la concienciación conviven en la superficie de estas telas.
 

Seres dorados, aureolas azules
En la pintura bizantina las convencionales figuras de los santos aparecen siempre sobre un fondo dorado, realizado con pan de oro, con ello se hacia manifiesto que esos seres no eran de este mundo. En algunos de los cuadros de las serie Posos, las figuras y los fondos se confunden, compartiendo ese áureo y terroso color. Las figuras emergen del fondo, a base de unas elementales líneas como queriendo compartir ese carácter sacro, un sentido trascendental que el ser humano siempre ha albergado en su interior. En algunos de estos seres, el halo que envuelve su cabeza a modo de las aureolas de los santos, no son doradas, sino azules.

 

Oferentes
En otros cuadros, desfilan a modo de las figuras oferentes de la antigüedad, portando luminosas esferas en sus manos.
¿Qué portan esas figuras? ¿Qué son esas esferas? Son pesadas cadenas con bolas que nos retienen e imposibilitan cualquier movimiento, cualquier posibilidad de cambio, o son bolas de luz en las que se materializan nuestra energía, esa luz que todos llevamos dentro, o también pudieran ser bolas de cristal en las que, como en los posos, los seres humanos tratan de leer el pasado vivido y de adivinar las esencias secretas del futuro por venir. Son figuras que llevan su pasado y su destino en sus manos, en el corazón, junto al primigenio ombligo, en las proximidades del origen de la vida. 
 

El color en sus ojos
En uno de los cuadros más recientes, firmado en 2012, las figuras han desaparecido, solo queda un fondo abstracto, un escenario donde permanecen elementales figuras simbólicas, que evocan lunas, ventanas, escaleras…, donde conviven los tonos dorados y rojizos del atardecer junto al luminoso azul. El azul de su infancia, de sus horizontes, el azul de su mirada, el color del cielo en sus ojos. 


                                                                            Ernesto Utrillas Valero


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