martes, 8 de octubre de 2013

Ante la bruma

Esta exposición, que Rosa González ha preferido denominar Atmósferas, bien podría haberse llamado Pinturas 1984-2012, pues en ese amplio marco cronológico Rosa, en la intimidad de su casa, ajena a cualquier ambición de proyección, ni siquiera de exposición,  ha venido desarrollando un delicado trabajo con la única intención de experimentar para sí misma, dejándose llevar incluso por su propia indisciplina, libre de cualquier obligación, discurriendo por senderos que se borran tras sus pasos, y que vuelven a surgir, con el tiempo (la experiencia), diáfanos en sus trayectorias.

La mancha, fruto de la casualidad, del probar y del descartar.
El vacío atmosférico de los fondos.
El contraste entre lo rotundo y el imperceptible sfumato.
La tersa superficie del papel herida por un viso de luz brota entre el vapor de color.
El estado líquido se fosiliza y adquiere la solidez de los gases.
Grumo, terciopelo y seda.
Todo ello produce una emulsión de sugerencia, sintetizada sobre un inmaculado cristal, en total ausencia de cualquier racionalidad ortogonal.


Si en el expresionismo americano o en la color field painting de Mark Rothko, el tamaño, los grandes formatos, envolvía, casi absorbía al espectador, invitándolo a entrar en comunión con la obra; los pequeños formatos de las series de Rosa, apenas poco más que una postal (fueron postales navideñas durante muchos años), llaman a establecer una relación más íntima entre pintura y espectador. Son una invitación a sumergirse en ellos, y sugieren que es posible caer en la ensoñación ante la bruma.

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